Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación. Colabora con el Institut Universitari de Creativitat e Innovacions Educatives de la Universitat de València, entre otras instituciones. Ha publicado artículos en diferentes revistas especializadas, tanto nacionales como internacionales, y varios libros sobre sus disciplinas. Además, ha sido distinguida en múltiples ocasiones por su trayectoria docente y académica. Con todo, Amparo Zacarés es una de las personas que mejor sabe cómo trabajar la igualdad en las aulas.
Coincide que la educación está en proceso de renovación. ¿Qué opinas de la llamada “ley Celaá”?
La educación contiene una gran fuerza social transformadora y, en ese sentido, es obvio que esté en proceso de renovación. En el ámbito educativo se han experimentado cambios muy significativos tanto en las herramientas docentes como en el contenido curricular para evitar la exclusión y la discriminación de colectivos vulnerables. La Ley Celaá, con la que se derogará la Ley Wert, se centra, precisamente, en promover la inclusión y la equidad del alumnado. Ahora bien, ninguna ley puede contentar por completo a todos los agentes sociales que participan en la educación, pero a mi entender son más los puntos fuertes que los débiles. Entre las fortalezas me referiría sobre todo al aspecto curricular, pues devuelve a las comunidades autónomas la posibilidad de diseñar una parte importante del currículo y permite ordenarlo en la ESO por ámbitos También me parece muy acertado que haga hincapié en nuevas temáticas y destaque la alfabetización digital, en igualdad, ético-cívica y para el desarrollo sostenible. En general, observo más puntos positivos que negativos, pero me gustaría que la ley naciera con las partidas presupuestarias suficientes y que no se desentendiera de las necesidades del profesorado que en su gestión diaria tendrá que aplicarla en las aulas.
Según tu experiencia, ¿qué metodologías son más efectivas para introducir la igualdad en las aulas?
El enfoque de género en la educación ha sido crucial para construir una sociedad en equidad que compense las desventajas históricas y sociales de las mujeres frente a los hombres. La igualdad se aprende, como señala de manera asidua Elena Simón Rodríguez, pero para ello es necesario una práctica docente coeducativa e incluir la igualdad como un objetivo didáctico para el que hay que programar actividades didácticas del mismo modo que se hace con otras asignaturas. Por este motivo, no basta con que la igualdad sea un principio programático del Proyecto Educativo de Centro con el que es fácil estar de acuerdo. La igualdad también ha de formar parte del Proyecto Curricular de Centro y atravesar la cultura de centro implicando a toda la comunidad educativa (alumnado, profesorado, familia y personal no docente). Por otra parte, no hay que perder de vista que la igualdad exige educar de forma competencial y que se refiere al ámbito de la formación de actitudes. Quiero decir que no basta con aprender teóricamente el concepto de igualdad, sino que hay que aprender una serie de actividades metacognitivas para que el alumnado incorpore en su conducta habilidades sociales y comunicativas. No basta, por ejemplo, con saber el concepto de asertividad, sino que hace falta además aprender cómo ser asertivo hasta convertirlo en una costumbre y un hábito interiorizado que dirija la propia conducta. Son estas actividades metacognitivas las que ayudan a aprender el respeto en clave de género para relacionarnos entre sí y solucionar los conflictos de manera no violenta. En este sentido, las actividades teóricas no han de dejarse de lado, pero hay que tener en cuenta que conceptualizar no es solo un ejercicio intelectual, sino también un ejercicio de coherencia ética y de inteligencia emocional. Por ello, la metodología que se emplee para formar en igualdad debe constar de unas actividades teóricas y otras de tipo procedimental propias del aprendizaje de actitudes.
¿Qué falta en el sistema para que la coeducación se implemente de manera real y efectiva?
En realidad, es importante que la administración educativa apueste por ello, algo que en la Comunidad Valenciana puede observarse con la creación de la nueva coordinación en igualdad y convivencia que los centros han de incluir desde el curso 2016/17 o, también, con la presentación del Plan Director de Coeducación, cuyos principios rectores van en esa línea. También son relevantes los planes de formación en centro coordinados por el CEFIRE, u otras instituciones homologadas, una vez detectadas las necesidades del centro y de formación del claustro. Al igual que lo es la formación en género de futuros profesionales de la educación a través del máster universitario de formación de profesorado de secundaria o de otros especializados en políticas de igualdad. El desafío, como he dicho antes, está en asumir la igualdad no sólo como principio en el Proyecto Educativo de Centro sino también como objetivo didáctico en el Proyecto Curricular de Centro y en los diversos niveles de concreción curricular de aula, donde deben diseñarse las correspondientes actividades didácticas para la consecución de tal objetivo. De no ser así, poco o nada habrá cambiado y la igualdad lamentablemente seguirá sin enseñarse y sin aprenderse.
Una de tus muchas publicaciones es “Mediación en la escuela y justicia juvenil”. ¿Qué hemos de entender por estos conceptos y cómo se están aplicando actualmente?
Ese libro se publicó en 2009 y diez años después, en 2019, lo ha reeditado la editorial Fineo con el título “Cultura de paz y mediación escolar”. En esta versión se incorpora un capítulo nuevo y se adapta su lectura para un público más amplio que quiera saber sobre mediación y los estudios de paz. Hay que tener en cuenta que los centros educativos han de promover los valores de la cultura de paz y de igualdad que defiende la UNESCO, máxime desde la IV Conferencia de la Mujer en Beijing (1995) y el Tratado de Estambul (2014). Al respecto, los conflictos entre personas de diferente sexo son algo natural que hay que saber afrontar y resolver sin violencia. La mediación es un procedimiento idóneo para aprender a comunicarse en igualdad y a relacionarse sin violencia. En este sentido, incorporar la perspectiva de género a la práctica de la mediación escolar es un salto cualitativo de calado que debe de tenerse en cuenta y que no está siendo considerado aun con la urgencia que precisa. Sobre todo, porque la causa de la violencia de género es la desigualdad entre los sexos y, en consecuencia, a mayor desigualdad, mayor violencia. Por eso, aprender estrategias comunicativas y habilidades sociales con enfoque de género para relacionarnos en igualdad es crucial a la hora de combatir la lacra social y el problema de salud público que es la violencia de género. Además, con ello se daría mayor cumplimiento al artículo 23 de la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
Otra de tus obras aborda la violencia de género y se dirige al público adolescente. ¿Qué evolución has observado en la juventud en este sentido? ¿Qué medidas se podrían desarrollar ahora mismo para atajar esta lacra desde edades tempranas?
En 2005, apenas unos meses después de promulgarse la Ley Orgánica 1/2004 de Protección Integral contra la Violencia de Género, escribí un libro de divulgación educativa que titulé “La violencia de género explicada a mi hijo”. Por aquel entonces, no solo mi alumnado sino también mi hijo era un adolescente y consideré importante explicar ese concepto nuevo que se refería a la violencia estructural que reciben las mujeres por el mero hecho de serlo. Desde entonces, como suele decirse, ha llovido mucho. Pero el balance incluye tanto avances como retrocesos. La juventud tiene fácil acceso a una cultura visual misógina que se trasmite por los videojuegos y la pornografía. En este aspecto, la labor docente tiene una función alfabetizadora muy importante que no hay que desestimar. A lo largo de mi trayectoria profesional he comprobado que en el alumnado la forma de preguntar por algo es ya una manera de comportarse desde la que demanda respuestas y explicaciones. El profesorado de los diversos niveles educativos ha de estar formado para saber responder y deshacer bulos y prejuicios. Contrariamente a lo que se piensa, el profesorado influye entre los jóvenes de ambos sexos siempre que sus explicaciones y su forma de estar en las aulas sea coherente y resiliente. Ahora bien, hay que comenzar desde la primera infancia, asentando las bases de una educación en igualdad para más tarde ir completando esta formación en las etapas educativas siguientes. A mi entender, la coeducación y el feminismo como teoría crítica que aboga por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres necesitan todavía mucha pedagogía. En ese sentido, la editorial Fineo publicará pronto mi nuevo libro titulado “Feminismo en píldoras, para uso didáctico y divulgativo”, que ha prologado Agustín Zaragoza, profesor y agente de igualdad, y cuya introducción corre a cargo de Ana López Navajas, investigadora y asesora de Coeducación de la Conselleria d’Educació de la Generalitat Valenciana. En esencia, las medidas que hay que tomar son pedagógicas puesto que, aun siendo las leyes determinantes y cruciales, las auténticas transformaciones sociales son siempre educativas.